“SNS: Administración burocrática versus Gestión pública innovadora”

l Dr. Luis Ángel Oteo Ochoa, profesor Emérito de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud; el Dr. Fernando Lamata, presidente de honor de la Asociación por el Acceso Justo al Medicamento; y el Dr. Juan José Rodríguez Sendín, expresidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM); consideran, en esta entrega de la ronda de artículos de opinión conjuntos, que las prácticas burocráticas “representan un obstáculo o barrera a la innovación organizativa y profesional, máxime en organizaciones como el Sistema Nacional de Salud” 

Si el peso de la ineficiencia en las decisiones públicas crece significativamente, la frontera de lo que podría hacer el Estado se desplazará inexorablemente hacia el mercado, y habrá que asumir pérdidas de bienestar social y de equidad que podrían haberse evitado” (González Páramo JM -2.005).

Es una exigencia ética insoslayable y de primer orden en el ejercicio de la responsabilidad pública la consecución de aquellos bienes socialmente preferentes como es la salud y hacerlo  -en aquello que la sociedad más valora- al menor coste posible -eficiencia social-. Sin embargo, nos siguen imposibilitando avanzar en este ámbito de la política sanitaria, como sí lo han hecho otros países de nuestro entorno, la persistencia de un “batiburrillo” conceptual y de léxico interpretativo, determinadas barreras ideológicas refractarias a todo proceso de modernización institucional y organizativa en el gobierno y gestión de los centros sanitarios, así como la templanza temerosa de las Autoridades Sanitarias para impulsar inexcusablemente y con liderazgo político las reformas sanitarias necesarias y terminantes en aquellas materias  sustantivas suficientemente conocidas. Deseamos fervientemente que este “nuevo año del tigre” represente una nueva oportunidad para el progreso de nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS).

Mirando hacia atrás, todavía recordamos los apasionados debates y polémicas “incandescentes”, eslóganes políticos y proclamas sociales/sindicales, a mediados de los -80 del pasado siglo (1984-1986), promovidos desde la máxima del dogma ideológico, cuando se planteó con una cierta iniciativa política desde el INSALUD el denominado “Nuevo Modelo de Gestión Hospitalaria” y se estableció legislativamente la figura del gerente hospitalario en el sector sanitario público. A decir verdad, se trataba “simplemente” de disponer en el ámbito de la burocracia sanitaria, de algunos instrumentos y herramientas que nos permitieran definir y ordenar con mayor precisión la cartera prestacional de servicios sanitarios, estandarizar objetivos, métricas y criterios de actuación, así como evaluar procesos y resultados asistenciales y económicos, en términos de eficiencia (asignativa y productiva) y de calidad. Para los impulsores del dogma y de las “verdades eternas” ésta ponderada iniciativa gubernamental quebraba la ortodoxia dominante, si bien, y paradójicamente, no parecía importar tanto el estado de fragilidad de la organización asistencial y las legítimas demandas profesionales marcadas por la desmotivación, desmoralización, desistimiento y jibarización promocional.

Sin duda, en comparación con la Europa avanzada, nos hemos quedado varados en el magma de las burocracias públicas, en sus normas, técnicas y procedimientos administrativos inapropiados e incompatibles con la irrenunciable eficiencia social para gestionar las  instituciones y servicios sanitarios, imposibilitando el desarrollo de economías de escala, gama, conocimiento e innovación, que son la base de todas las actividades institucionales y asistenciales integradas en la cadena de valor y de soporte de nuestro sistema sanitario público. La  aplicación de los preceptos burocráticos, si bien contribuyen a ordenar y ejecutar el gasto presupuestario, carecen operativamente de los instrumentos que han sido validados por la experiencia práctica del management antropológico y social, y las ciencias de las organizaciones modernas, que sí permiten desarrollar políticas internas pro-eficiencia para fortalecer el crecimiento orgánico y la sostenibilidad del propio sistema sanitario, articular los procesos de integración vertical para mejorar la estructura de costes, alinear incentivos a resultados de salud y desintermediar aquellas funciones y procesos sin valor sanitario ni social contrastable.

Creemos por ello que las prácticas burocráticas representan un obstáculo o barrera a la innovación organizativa y profesional, máxime en organizaciones -como nuestro SNS- en donde la “materia prima” la constituyen el conocimiento y las competencias esenciales (el mix epistemológico, tecnológico, organizativo, cultural y social) que son la fortaleza distintiva y sostenible de los servicios sanitarios. Como atinadamente nos recuerda Mintzberg, “las estructuras burocráticas no garantizan una gestión socialmente eficiente y de calidad, miran más hacia dentro que hacia fuera y sólo buscan perpetuarse”. Además, la rigidez  de sus métodos e instrumentos, limita la transferencia de nuevas corrientes culturales y de aprendizaje, las iniciativas de emprendimiento innovador  y los ajustes organizativos en la incorporación y asentamiento de nuevas tecnológicas necesarias para dar respuesta  a  la complejidad, incertidumbre  e interdependencias globales  que hoy caracterizan a los servicios sanitarios.

Es cada vez más perentorio integrar y aplicar en las instituciones sanitarias del SNS aquellas disciplinas científicas e instrumentales que hoy configuran el management antropológico/humanístico y social, y que ya avanzó Herbert A. Simon (Premio Nobel de Economía -1978) cuando señalaba “que los nuevos modelos de gestión estratégica en las instituciones modernas se basan en una mejor comprensión de la motivación individual, colectiva e institucional: el bienestar social y el corporativo no sólo no son incompatibles, sino que la premisa es justo la contraria. Así, en una economía socialmente avanzada y con una cultura organizacional humanística, ambas premisas son más bien convergentes e interdependientes y su punto de encuentro está  representado por un nuevo contrato social entre ambas, una renovada filosofía avanzada del bienestar y del progreso”.

A más, tampoco en la administración sanitaria  de corte “antipositivista weberiano” (Max Weber 1864-1920) es posible implementar políticas y desarrollos profesionales asentados en  una evaluación distintiva de competencias y resultados, que identifique objetiva y claramente una senda programada de legítima promoción y desarrollo para todas las profesiones sanitarias, que otorgue identidad y sentido de pertenencia a las instituciones públicas, así como legitimidad, reconocimiento y confianza  de la propia sociedad. Sin discernimiento evaluativo ni diferenciación distintiva objetivable y mensurable, difícilmente se podrán establecer programas de desarrollo, promoción y crecimiento profesional legítimamente consolidable.

Este rígido, hierático y asfixiante modelo burocrático para administrar las organizaciones sanitarias públicas se convierte paradójicamente en la principal ventaja competitiva y de posicionamiento estratégico del sector privado, que desde la lógica competitiva de mercado,  captura -extrae- con refinada y sutil frecuencia del SNS por medio de sus políticas de “flexiseguridad” (estrategias integrales del sector laboral)  e incentivos -preferentemente monetarios-, el talento necesario y los modelos de experiencia y/aprendizaje creados y desarrollados con los recursos colectivos de las Administraciones Públicas. Junto a ello, determinadas estrategias imperfectas y difícilmente justificables de la denominada colaboración público-privada, así como de prácticas socialmente ineficientes de externalización deliberada por parte de determinadas Autoridades Sanitarias, han contribuido a consolidar estos procesos de debilitamiento orgánico de nuestro sistema sanitario.

Rediseñar, ordenar, evaluar, consolidar, compensar y fidelizar el talento profesional, exige innovar de forma creativa nuestras estrategias de gobierno y gestión de personas, que son la ”viga maestra” que sustenta la legitimación social y equidad en las relaciones laborales del propio sistema sanitario. Las políticas profesionales de “talla única” son anacrónicas y socialmente injustas, y posiblemente la mayor causa de desmotivación, desencanto, desafección y finalmente “deserción” …..El sindicalismo legítimamente representativo del SNSdebería reformular sus estrategias para no descarrilar en su misión social y profesional, y convertirse en un agente prescindible.

Estamos a tiempo para la incorporación progresiva -en un marco jurídico regulado- de la denominada nueva (innovadora) gestión pública, que integra ordenadamente disciplinas, especialización cualificada y maestrías científicas para su necesaria aplicación en organizaciones y centros de titularidad pública. Creemos que es una exigencia ética insoslayable  para el buen gobierno de los servicios sanitarios.

La Academy of Management en los EE.UU. viene promoviendo -en las últimas décadas-  iniciativas con esta misma orientación para impulsar la denominada “gestión basada en la evidencia”, ayudando a construir comunidades de aprendizaje  que evalúen los efectos y/o resultados  de la investigación en este campo emergente de la ciencia organizativa. El método científico en la práctica de la gestión moderna y en la función directiva utilizando la mejor y más actualizada evidencia disponible, es una tendencia creciente que previsiblemente será compartida en el futuro por diversas disciplinas.

Sabemos que muchos, con el “corazón partido”, ya han “tirado la toalla”  hace muchos años o se mantienen en un relato ideológico diletante y posiblemente extemporáneo ante la indiferencia de la política gubernamental; pues bien, y desde el mayor respeto a estos legítimos comportamientos, seguimos creyendo en la responsabilidad que a todos nos atañe de contribuir a reforzar la grandeza y legitimidad social de nuestro SNS para las próximas generaciones, al igual que hicieron con enorme generosidad quienes nos precedieron. No debemos olvidar que todos somos “co-propietarios” de los medios de producción de titularidad pública en un estado democrático avanzado con Derechos Sustantivos Constitucionales, lo cual nos obliga éticamente a proteger y fortalecer estos bienes colectivos socialmente preferentes.

* Las tribunas y artículos publicados en medicosypacientes.com no representan posturas o posicionamientos oficiales del CGCOM