Dr. Fernández Chavero: “Remover nuestra conciencia profesional es una de las funciones de la Deontología”
Especialista en Medicina del Trabajo y vocal de la Comisión Central de Deontología, Manuel Fernández participará en el Congreso DeonToledo como discursor en la mesa “Irrupción de la Telemedicina y la e-consulta: Implicaciones asistenciales para los pacientes y los profesionales”
¿Qué supone para la profesión médica celebrar este Congreso de Deontología en un año marcado por la pandemia?
Los Congresos de Deontología siempre son un punto de inflexión y de reflexión. Remover nuestra conciencia profesional es una de las funciones de la Deontología. Afrontar los problemas que la vida, la ciencia o la tecnología nos ponen en el camino y hacerlo con el ánimo de un análisis tranquilo y sosegado, pero al mismo tiempo con la seriedad y severidad de la Lex Artis, es una de las características que define nuestra profesión y nuestro profesionalismo.
Este Congreso de Toledo nos lanza a todos el reto de afrontar cuestiones que nos afectan a nosotros mismos y al concepto clásico de relación médico-paciente; pero lo hace en mitad de una enorme tormenta que está socavando los cimientos de la sociedad y de las personas.
La priorización asistencial, deshumanización, gestión, telemedicina, justicia social son temas que cambiarán la Medicina y nos cambiará a los médicos. Quizás sea bueno que estos temas tan difíciles se afronten en mitad de la tormenta. Parafraseando a Paulo Coelho “El barco está más seguro cuando está en el puerto; pero no es para eso que se construyeron los barcos”.
Uno de los ejes de este Congreso es abordar los planteamientos éticos y deontológicos surgidos a los profesionales médicos en esta crisis sanitaria, ¿considera que la pandemia puede influir en la línea deontológica de la profesión médica?
La Pandemia no solamente puede sino que debe influir en la línea deontológica. ¡Sólo hacía falta que una crisis sanitaria nos hiciera retroceder!
Los momentos difíciles son el mejor acicate para el crecimiento. Nadie crece instalado en la comodidad. Lo que ocurre es que esta pandemia va a actuar como la fiebre cuando éramos pequeños que nos ayudaba a dar un “estirón”.
Actualmente tenemos el proyecto de un nuevo Código de Deontología en una fase avanzada de desarrollo; podría haber estado ya en plena vigencia, pero la pandemia lo ha ralentizado todo. Este nuevo Código de Deontología, en el que habrá que acomodar las lecciones y experiencias que nos está dejando esta crisis sanitaria, vendrá a dar respuestas y a ofrecer seguridad. No hay nada como la prudencia en los momentos de incertidumbre pero cuando los momentos de incertidumbre nos obligan a actuar con osadía, asumiendo altos riesgos en beneficio del paciente, es imprescindible tener el cobijo de nuestro Código de Deontología. Por eso creo que es muy prioritario acelerar en el consenso y aprobación del mismo.
Desde su punto de vista, ¿qué cambios considera necesarios para dibujar el futuro de la Deontología Médica?
La Deontología médica depende de muchos factores, pero yo recalcaría personalmente tres: vocación, vocación y vocación que es lo mismo que decir profesión, profesión y profesión. Solo entendiendo la profesión desde la vocación entenderemos la Deontología como nuestro marco de actuación. La Medicina sin vocación es un oficio. Un oficio que ejerceremos con más o menos pericia, con más o menos calidad técnica pero sin “alma”. El “alma” es la vocación.
El futuro de la Deontología está en manos de los médicos; sólo de nosotros dependerá qué tipo de Medicina queremos ejercer y con qué grado de autoexigencia. Estamos escorándonos hacia una Medicina basada en la tecnología, en las bases de datos, en la atomización de especialidades, subespecialidades y hasta microespecialidades, en la aplicación rígida y hasta obsesiva de protocolos y cuanto mayor sea esa deriva más desplazaremos al enfermo desde el centro del sistema hasta la periferia del mismo. Podemos llegar a hacer nuestro aquel lema del Despotismo Ilustrado de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
¿Cuáles han sido las principales cuestiones éticas a las que se han enfrentado los profesionales médicos durante la crisis sanitaria?
Quizás la mayor de todas, el desmoronamiento, espero y deseo que temporal, de la consulta presencial. La priorización asistencial. Luchar contra el miedo. Equilibrar nuestra responsabilidad profesional con nuestra responsabilidad familiar. Nuestro colega Imhotep, casi 3000 años antes de Cristo, dijo la famosa frase que nos define como Profesión: “Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela”.
Más recientemente San Francisco de Asís decía: “Haz que yo no busque tanto el ser consolado como consolar”. A mi entender otra de las grandes cuestiones éticas a la que nos hemos enfrentado, y nos seguimos enfrentando y nos seguiremos enfrentando en el futuro, es nuestra grandeza de anteponer el consuelo ajeno al propio. Esta pandemia va a dejar, ya está dejando, entre los profesionales, sobretodo compañeros de Hospitales y UCI, profundas secuelas físicas y morales; de todos nosotros es sabido que las secuelas físicas están baremadas y son indemnizables pero, ¿alguien sabe cómo cicatriza la herida moral?
Otra cuestión ética importante está relacionada con los principios de la Bioética, todos ellos son esenciales, pero esta pandemia nos ha obligado a conjugar dos de manera especial: no maleficencia y Justicia y no hacer daño y ser justos o ser justos minimizando los daños.
¿Cómo cree que se pueden regular los contactos entre médico y paciente en la ‘telemedicina’ o ‘e-consulta’ para conseguir que ninguno de ellos salga perjudicado?
En primer lugar, no se trata de darle a la Telemedicina un barniz deontológico. Se trata de darle contenido deontológico. Hablamos de manera preferente de Telemedicina y con este término estamos obviando la Audiomedicina que se ha usado, y se está usando, profusamente durante la pandemia.
La Telemedicina y la e-consulta no tienen por qué ser ni mejor ni peor que la Medicina tradicional siempre y cuando no saquemos al paciente del centro del sistema. El arco de bóveda de nuestra profesión es la relación médico-paciente. Esa es una cuestión casi sagrada. Desacralizarla sería un error que podría llevarse por delante buena parte del Humanismo médico y nos convertiría en obreros de la Medicina. Obreros en ocasiones muy cualificados y en otras ocasiones supercualificados pero obreros. No estoy hablando del usuario del sistema sino del paciente. La persona enferma, la persona que sufre, tiene que encontrarnos cada vez que nos busque.
No es menos cierto que si vamos a ser protagonistas de este cambio, como no puede ser de otra manera, necesitamos más que nunca a la Deontología como sinónimo de nuestra ética corporativa y por supuesto una absoluta seguridad jurídica. El Congreso de Toledo debe ser el foro ideal para la primera cuestión, pero para la segunda creo que la Organización Médica Colegial, y todos y cada uno de los Colegios que la conforman, tienen una enorme responsabilidad y una obligación inexcusable de proporcionarnos esa seguridad jurídica que nos permita trabajar con naturalidad sin caer en la tentación, ni en la necesidad, de parapetarnos en conductas defensivas.
Mesa «Irrupción de la Telemedicina y la e-consulta: Implicaciones asistenciales para los pacientes y los profesionales»
En los tiempos actuales, con la disponibilidad y accesibilidad que ofrece la telefonía móvil ―verdaderos ordenadores de bolsillo―, acaba resultando imposible evitar que un paciente recurra a un centro de salud, a una consulta médica o al profesional mismo, tanto por medio de la voz como de la imagen. Esta es una realidad que los profesionales debemos conocer y aceptar, no sin reglamentar debidamente para poder establecer unos límites razonables y así poder regular estos contactos. Con ayuda de la Ética, aplicada a la deontología profesional, se deben perfilar bien las condiciones en las que el acto médico telemático se ha de realizar para que no se produzcan abusos por parte del paciente o del profesional y ninguno resulte perjudicado. Del mismo modo, alejar, en lo posible, el lucro indebido de terceros que podrían aprovechar la tecnología para conseguir unos ingresos fáciles a costa de médicos y pacientes.