Artículo de Opinión del Dr José Félix Sastre, Vocal de AP Rural del COMT: “Ser Tutor Rural”

El médico de AP rural en Talavera de la Reina y Coordinador del Grupo Docente de la Vocalia AP  Rural del CGCOM, aborda en este texto cuáles son sus sensaciones ante la llega de un nuevo residente

Siempre me pasa lo mismo. Cuando me avisan de la Unidad docente de que tengo un nuevo residente, a la alegría y satisfacción, casi orgullo, que experimento al principio, le siguen sensaciones de zozobra, duda e inseguridad.

Siempre “me reúno conmigo mismo”, en frente del ordenador, temeroso, ya anticipando que me va a preguntar o cuestionar algo que no se o que nunca he visto o tratado, que me va a pillar “en un error clínico” o en un comportamiento inadecuado por algún criterio clínico, técnico o comunicacional.

Además, mi futuro residente acaba de terminar de estudiar, lo “tiene todo fresco”, hacen más prácticas durante la carrera de las que hacíamos nosotros de estudiantes. A menudo ha rotado ya por muchos servicios, con especialistas que se suponen bien formados y “que están a la última”, con tiempo y sesiones para repasar los pacientes, tras muchas pruebas diagnósticas, tras revisar historias clínicas con abundantes  datos y parámetros…Y viene al pueblo, donde trabajamos en un equipo humano muy reducido, con dificultades para acceder a pruebas diagnósticas, con frecuentes problemas informáticos, a veces con cortes de luz y frecuentemente con consultas y salas de espera frías, por problemas con la calefacción, en consultas de paredes finas donde es difícil mantener mínima intimidad y en las que parece que todo lo ve la mancha “eterna” de humedad en todo el centro de la pared donde se apoya la camilla, el otro gran medio diagnóstico que tengo a mi disposición, junto con mi silla, como decía el gran Don Gregorio Marañón.

Y lo que hago, siempre, es volver a leer la definición de tutor, “El tutor principal…Es responsable del proceso enseñanza-aprendizaje del residente tanto en el centro de salud como fuera de él y será el mismo durante todo el periodo formativo del residente. Debe llevar a cabo un contacto continuo y estructurado con el residente durante dicho periodo”.

Lo cierto es que esta lectura no me devuelve mi paz interior, pero el proceso enseñanza-aprendizaje, del que debo ser responsable, no significa que yo le deba enseñar, sino que debo supervisar, acompañar y orientar a mi futur@ compañer@ en su camino de aprendizaje.

Y dicho aprendizaje, en el adulto que se supone que es un residente, se debe basar, sigo leyendo “mis apuntes”, en LA EXPERIENCIA, el recurso más rico de la enseñanza de adultos. La más rica fuente para su aprendizaje.

Y es este momento donde me “recupero” y encuentro mi valor, mi papel, mi significado en el camino que está recorriendo el residente, y en el que su tutor debe aportarle su recorrido previo, su interacción actual con su cupo, su población, sus propias experiencias, éxitos, dificultades, incidentes críticos, fracasos y errores, quizás estos últimos, paradójicamente, de donde más puede aprender, y sin el dolor y sufrimiento que causaron y causan a su tutor.

¿Y de dónde procede la experiencia del Médico, tutor, rural?, ¿Dónde viven nuestros pacientes y sus familias?, ¿Dónde les entendemos mejor?.

Al responder estás preguntas “me vengo arriba”. Y es que somos unos privilegiados pues trabajamos en el mejor de los laboratorios posibles para entender la enfermedad, los enfermos, su manera de enfermar, dónde enferman y viven, con quién enferman, con quién viven…Los barrios, las familias, las casas y, en nuestro caso, los pueblos, tienen y son la verdadera realidad “diagnóstica” y están y forman parte del tratamiento de nuestros pacientes, que viven con sus familias, en sus comunidades, barrios o pueblos.

E insisto en pensarlo, en sentirlo, me llena el orgullo de ser Médico Rural, de vivir inmerso en la realidad de la ruralidad, interacción dinámica, viva e intensa entre las personas, como individuos, como grupos, como familias, en una danza o baile de indudable, a veces difícil de ver, riqueza y ENSEÑANZA, que enfrentamos a nuestros conocimientos biomédicos, habilidades y técnicas aprendidas fuera de allí, y que cobran valor y autenticidad real al ofrecerlas, darlas y compartirlas con las personas a las que atendemos, servimos, ayudamos, acompañamos.

Ya ahora lo que siento es la dificultad de ofrecer “tanto” en tan poco tiempo. Y busco las herramientas para hacerlo, como podrían ser, así dicen los teóricos, las técnicas de discusión o de resolución de problemas. Y sigo buscando en mi las circunstancias y las aptitudes que debo tener y desarrollar, lo que en la práctica debo ser y hacer, como por ejemplo:

– Establecer un clima físico y psicológico del aprendizaje.

– Involucrar a los alumnos en el diagnóstico de sus propias necesidades formativas y en la formulación de sus propios objetivos educativos.

– Involucrar a los alumnos en la identificación de los recursos de aprendizaje y en las estrategias para usarlos en el logro de sus objetivos educativos.

– Tener buenos conocimientos técnicos y científicos. Mantener un alto estándar de valores profesionales y personales en relación con los pacientes y su cuidado.

– Saber transmitir valores y conocimientos.

– Enseñar a aprender, guiando el aprendizaje del médico en formación.

– SER EJEMPLO: Tener buenas habilidades comunicativas. Poseer un buen nivel de comprensión de la realidad en la que se ejerce la medicina (contexto, multiculturalidad, etc). Sentirse orgulloso de su labor como Médico de familia. Compromiso con enseñar y aprender.

Y muchas más…Sonrío al ordenador, de mi superficial alegría, que rápido se transformo en duda y cierta angustia, he pasado a llenar mi inmediata futura vida profesional de nuevas ilusiones y compromisos, conmigo mismo, con la población a la que atiendo y, ahora, en este momento, con el camino que recorreré con mi nuev@ compañer@ que, incluso, me va ayudar a ser mejor Médico, mejor Persona.